Una tienda de apartamentos para la clase alta de Londres lanzó una nueva tarjeta de regalos con el lema, «El regalo para darse el gusto». Por toda la tienda, los avisos, los lemas e incluso las etiquetas llamaban la atención hacia las tarjetas. Según un empleado, las ventas de las tarjetas de regalo durante las primeras semanas de la promoción habían sido muy fuertes, excediendo con mucho las expectativas de la compañía.
Puede que la generosidad inste a alguien a dar un regalo lujoso a alguien especial, pero demasiado a menudo encontramos que es más fácil comprar lo que queremos para nosotros.
El profeta Ezequiel arroja luz sobre una antigua ciudad cuyos habitantes sufrieron el juicio de Dios, en parte, debido a que adoptaron un estilo de vida que se permitía excesos. «He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité» (Ezequiel 16:49-50).
Históricamente, el Señor ha lidiado duramente con Su pueblo, el cual se volvió arrogante, gordo y despreocupado (v. 49). El antídoto para el veneno de darse gustos es el deseo de complacer a Dios y servir a los demás, no a nosotros mismos (Filipenses 2:4).
Darnos el gusto es un regalo que no necesitamos.
Soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. —Ezequiel 16:49
Puede que la generosidad inste a alguien a dar un regalo lujoso a alguien especial, pero demasiado a menudo encontramos que es más fácil comprar lo que queremos para nosotros.
El profeta Ezequiel arroja luz sobre una antigua ciudad cuyos habitantes sufrieron el juicio de Dios, en parte, debido a que adoptaron un estilo de vida que se permitía excesos. «He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité» (Ezequiel 16:49-50).
Históricamente, el Señor ha lidiado duramente con Su pueblo, el cual se volvió arrogante, gordo y despreocupado (v. 49). El antídoto para el veneno de darse gustos es el deseo de complacer a Dios y servir a los demás, no a nosotros mismos (Filipenses 2:4).
Darnos el gusto es un regalo que no necesitamos.
Soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. —Ezequiel 16:49